Todo empezó con un invento que funcionó “demasiado” bien: la lamparita (bombilla) de luz incandescente, hacia finales de 1800, tenía una vida útil de aproximadamente 2500 horas. Pero 30 años después era de apenas 1000 horas. Y no fue casualidad: los grandes fabricantes acordaron que su negocio peligraba por la larga duración de estos artefactos, lo que generaba pocas ventas. Por lo que bombillas debían durar menos, se reemplazables, “romperse” en forma más periódica.
“Obsolescencia programada es cuando un producto está diseñado deliberadamente para tener un tiempo de vida específico.
Esto es por lo general una vida más corta del producto antes de que se desgaste por completo.
También se puede llamar obsolescencia planificada.
En definitiva es programar la muerte de un aparato o el ciclo de vida del producto.
Los productos dejan de funcionar al cabo de un tiempo, no porque estén estropeados, sino porque han sido diseñados para fallar al cabo de ese periodo.
El producto debe estar diseñado para convencer al cliente de que el producto es un producto de calidad, a pesar de que el tiempo necesario para sustituirlo sea más corto que el tiempo real de vida del producto.”
(Extraído de https://www.areatecnologia.com/obsolescencia-programada.html)
Y aquí es donde surge la dicotomía: si los artefactos eléctricos y electrónicos dejan de funcionar seguido, las ventas aumentan (por lo que millones de empleos calificados directos y indirectos alrededor del mundo se benefician) pero también aumenta los desechos, la basura electrónica, nunca bien gestionada.
¿La obsolescencia programada es algo necesariamente malo? Depende del cristal con que se mire. Depende qué se haga con desechos, sobre todo aquellos perjudiciales para el medio ambiente como las baterías, pilas y minerales explotados para su fabricación. También podemos pensar en que la obsolescencia programada es un habilitador para nuevos desarrollos, más mayor acceso a la tecnología por parte de los usuarios, mejor calidad de vida, en muchos casos.
Pero también es una oportunidad para todos aquellos que quieran darle una “segunda vida” a esos artefactos: muchas veces la obsolescencia programada es salvable. Los artefactos se pueden reparar, pueden seguir siendo utilizados mucho más allá de lo que fueron pensados. Pero para llegar a este punto se requiere tomar el camino largo: y aquí es donde los conocimientos de oficios relacionados a la electrónica se vuelven tan importantes. Sin estos conocimientos (y sin personas a nuestro alcance con esos conocimientos) la totalidad de los artefactos que dejan de funcionar en forma temprana serían desechados. Nuevamente, la clave: la capacitación, el conocimiento, la educación. Tanto de aquellos que se encargan de salvar un aparato destinado a la basura, como de todos los miembros de la sociedad para que puedan tomar la decisión (o no) de darle una nueva oportunidad a un artefacto electrónico, entendiendo cuándo se rompió y cuando “se rompió”.
Muy buena explicación para entender que se puede trabajar en lo ecológico, reparando artefactos y no tirándolos a la basura. Los Estados no están consustanciados en políticas ambientales que contemplen la reutilización de materiales. Y es bueno recordar que «todos» vivimos adentro de un globo muy chico y que «todo» lo que se hace en algún lugar puede tener graves consecuencia en otro.
Me gustó el análisis!